EL PIEDEMONTE
El terreno ubicado en la base de la vertiente oriental de la
cordillera Oriental, conocido como el piedemonte llanero, es una estrecha
franja ubicada entre los 700 y 500 msnm, que tiene un clima típicamente
llanero, con temperaturas medias de 23 a 30 ºC y un régimen de lluvias
biestacional con 3.000 a 4.000 mm de precipitación anual.
Se formó a finales del Terciario y durante el Cuaternario
—entre cinco millones y 10.000 años— por el poderoso transporte de rocas y
detritus que descendieron a través de los cañones y valles montañosos y se
depositaron en el pie de las montañas formando abanicos o conos de deyección;
los sedimentos más finos llegaron a una gran distancia de la cordillera. En el
Pleistoceno —entre 600.000 y 10.000 años— se levantó todo el bloque de tierras
al oriente del río Meta, lo que formó la altillanura, una franja plana a la que
no llegaron más sedimentos aluviales. Los movimientos tectónicos que levantaron
el borde de la cordillera, en ciertos sectores elevaron los abanicos y el
terreno plano se inclinó hacia la montaña, de tal manera que en dirección al
llano quedó un escarpe abrupto, como el que se observa en algunas serranías
bajas cerca de Yopal; posteriormente los procesos erosivos se encargaron de
modelar el terreno para generar diferentes formas de relieve, como terrazas
escalonadas, terrazas planas y profundamente disecadas por amplios valles y
pequeñas serranías.
Durante cada creciente los ríos aportan en el piedemonte
nuevos materiales que se depositan sobre el cono mismo, formando una extensa
zona de explayamiento con un cauce trenzado que en algunos casos puede alcanzar
cientos de metros. Debido a los flujos torrenciales y a su desborde, el terreno
del piedemonte se torna inestable, lo que representa una gran amenaza para la vida,
los ecosistemas y las obras de infraestructura; según el profesor Antonio
Flórez, sus principales causas son las siguientes:
La sismicidad característica de la zona favorece los
deslizamientos y movimientos en masa y el consecuente aporte de materiales
hacia los conos de deyección.
Las cuencas hidrográficas en las montañas tienen fuertes
pendientes y por lo tanto su capacidad de carga es alta.
La disminución de la pendiente en el piedemonte hace que las
corrientes divaguen, lo cual genera inestabilidad en los cauces —se forman
algunos nuevos y otros desaparecen—.
La destrucción de la cobertura vegetal hace que el
escurrimiento del agua sea más rápido y aumenten la disección y el transporte
de material.
LA SELVA DEL PIEDEMONTE
Poco se conoce acerca de la ecología de las selvas húmedas
tropicales del piedemonte llanero; en general, éstas se caracterizan por un
dosel continuo y heterogéneo debido a la fuerte pendiente y a la irregularidad
del terreno que presenta suelos predominantemente arcillosos en los
interfluvios y arenosos en las laderas. La estructura vertical del bosque es
multiestratificada con árboles que alcanzan hasta 30 m de altura y aunque
abundan el lechero, el higuerón o matapalos y el tronador que produce una leche
cáustica y tóxica, las especies dominantes son las leguminosas como el dormilón
u orejero. También se encuentran maderas valiosas como el laurel oloroso, el
cabo de hacha o costillo, el achapo y el peinemono; entre los frutales se
destacan el zapote, el mamey y los caimos.
Esta franja es rica en palmas de enormes raíces zancos, —más
de 20 especies— como el palmiche, la mil pesos, la zancona y la choapos, que en
ocasiones emergen sobre el dosel. En los estratos bajos sobresalen por sus
grandes hojas varias especies de Ciclantáceas como la iraca, cuyas hojas
similares a las de la palma son utilizadas para la elaboración de sombreros y
varias especies de Heliconia como los platanillos; la alta humedad de esta zona
favorece el desarrollo de multitud de plantas epífitas entre las que se
destacan los helechos.
LA SABANIZACIÓN
Hace aproximadamente 45 años L.A. Holdridge y J. Tosi,
destacados ecólogos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, llamaron la
atención sobre la destrucción de la selva de la Orinoquia:
«Al oriente de Villavicencio se puede apreciar cómo se
desprende la planicie oriental de la Cordillera, en forma de un plano
suavemente inclinado, recorrido por los ríos, que a manera de anchurosas
heridas, cortan la espaciosa llanura. Las selvas aquí han quedado reducidas a
rastrojos, con uno que otro árbol como mudo testigo sobre potreros donde crecen
solitarias las palmeras y ceibas corpulentas».
El proceso de tumba, roza y quema para el establecimiento de
pastizales para la ganadería y zonas de cultivo, culmina con suelos erosionados
y empobrecidos que después de abandonados, son colonizados por especies
pioneras de rápido crecimiento como el balso, un árbol de madera
extraordinariamente liviana y el yarumo. La deforestación se presenta en dos
frentes: el que desciende de la montaña y el que sube del llano; entre estos se
encuentran los últimos remanentes de selva húmeda. Hay muchos lugares en los
que este tipo de bosque ha desaparecido completamente, rompiendo así la
comunicación entre la selva andina, la selva del piedemonte y el bosque de
galería, que se adentra en las sabanas.
Los incendios periódicos, la pérdida de nutrientes del suelo
y el pastoreo mantienen el paisaje transformado por largo tiempo. La
eliminación de este hábitat es sin duda una de las principales amenazas para
los primates del piedemonte llanero, como el tití, el mico choyo y las
marimondas, que se encuentran entre los más amenazados de toda la región.
Desafortunadamente, este proceso también comienza a afectar las áreas de
conservación de los Parques Nacionales Naturales de la Orinoquia.
LA SABANA HÚMEDA
Las sabanas húmedas tienen una cobertura vegetal abierta en
la que dominan los pajonales altos del pasto rabo de zorro, que le imprimen una
coloración rojiza al paisaje cuando las inflorescencias están maduras; también
están pobladas por otros pastizales tolerantes a la inundación como la
guaratara y por varias especies de Ciperáceas. En algunos lugares se forman
gramalotales o grandes bancos de pastos de paja chigüirera, cuyos tallos se
elevan hasta dos metros sobre el terreno pantanoso y en los sitios más elevados
se desarrolla el pasto saeta.
Las sabanas húmedas pasan por un ciclo anual de cuatro
estaciones hídricas: un período en que las plantas disponen de agua suficiente
en el suelo, al que le sigue una fase en la que éste queda anegado por completo
y las especies sufren por exceso de agua; posteriormente la tierra se va
secando y otra vez aparecen condiciones normales de disponibilidad de agua y
finalmente la sequía se hace extrema y la vegetación debe resistir la
deficiencia de agua. Debido a que cada año pasan por cuatro estaciones con
períodos contrastantes de tensión ecológica, estos ecosistemas también se
definen como sabanas hiperestacionales, en las que el exceso de agua tarda
varios meses en escurrirse y su deficiencia dura de tres a seis meses.
LOS ZURALES
Se forman en depresiones con pendiente muy suave, permanecen
anegados la mayor parte del año —hasta por nueve meses— y tienen suelos de
color oscuro, ricos en materia orgánica. Desde el aire se observa un patrón
reticulado, conformado por montículos de diferentes tamaños llamados zuros; los
de menor altura, 30 a 50 cm, se encuentran en el borde del zural y sobre ellos
crecen termiteros; los de mayor altura —uno a dos metros— y más espaciados se
desarrollan hacia el interior del zural.
Algunos zurales alcanzan superficies de 5 km2 y densidades
de 900 a 1.000 montículos por hectárea; cada montículo tiene su propio
gradiente de humedad que determina la colonización de diferentes especies,
entre las que predominan las gramíneas, aunque crecen familias raras como las
Eriocauláceas y las Burmaniáceas y comunes como las Cyperáceas, Melastomatáceas
y leguminosas; ocasionalmente en lo alto de un montículo coronados por
termiteros, que permanece seco más tiempo, se desarrollan algunos arbustos. El
agua que circula entre los zurales es transparente, pobre en nutrientes y su
sistema de drenaje forma una microcuenca cerrada, que en ocasiones se
interconecta con esteros y morichales.
EL ESTERO
Tanto en la sabana de inundación como en la altillanura y en
las planicies de inundación de los grandes ríos, existen ambientes acuáticos de
poca profundidad que ocupan extensas cubetas lacustres estacionales, donde el
suelo permanece anegado hasta bien entrado el verano y conserva suficiente
humedad para mantener la vegetación acuática; este tipo de ambiente se denomina
localmente estero.
En la llanura de inundación hay esteros que reciben aportes
de aguas ricas en nutrientes procedentes de los ríos andinos cuando se
desbordan; entonces la productividad de la vegetación se incrementa hasta
formar verdaderas masas flotantes, con pastos, buchones, lechugas de agua y
especies arbustivas de leguminosas especialmente adaptadas. Este entramado
flotante tiene la capacidad de soportar mamíferos como los chigüiros, así como
anfibios y reptiles; algunos esteros alcanzan grandes extensiones y se
constituyen en hábitats para la fauna acuática y terrestre, especialmente para
las aves, entre las que abunda una gran variedad de garzas.
Otros tipos de esteros se presentan en las sabanas
estacionales, donde la fase de inundación depende de las lluvias torrenciales
del invierno; sus aguas son transparentes y menos productivas —oligotróficas— y
en ellas se desarrollan praderas sumergidas en las que abundan diferentes
especies de pequeños peces de colores brillantes especialmente adaptados a los
ambientes donde los recursos más importantes son el zooplancton, el
fitoplancton y los insectos. Durante la estación seca reverdecen sobre el suelo
varias especies de plantas acuáticas que permanecían como prados sumergidos,
para florecer rápidamente y dispersar sus semillas. Los suelos de este tipo de
estero, de color negro turboso, quedan durante el verano al alcance de muchas
aves acuáticas que los escarban en busca de insectos coleóptero y dípteros.
Llaman especialmente la atención en estos ambientes, las
pequeñas masas lanosas que se adhieren a los fragmentos de vegetación del
litoral; se trata de uno de los organismos multicelulares más primitivos, cuyos
ancestros marinos surgieron en el Cámbrico —hace 600 millones de años—; es una
diminuta esponja de agua dulce —probablemente del género Ephydatia—, cuyo
cuerpo, formado por microscópicas agujas o espículas de sílice, llega a ser
urticante al contacto con la piel y cuyas larvas móviles hacen parte de la gran
diversidad de microorganismos que componen el zooplancton.
EL MORICHAL
Algunos ríos y caños de la llanura de inundación presentan a
lo largo de su curso franjas angostas de bosques de galería dominados por la
palma moriche o canangucha, que tiene hojas en forma de abanico y crece
asociada con árboles maderables de la familia de las Anonáceas, como el tablón
y con Miristicáceas, como el palosangre. Estos bosques, donde también abundan
las Melastomatáceas arbustivas y otras palmas como la milpesos, especie
oleaginosa muy promisoria, son importantes para el sostenimiento de una variada
fauna, en la que se destacan los grandes mamíferos silvestres como los zainos y
las dantas.
El nivel freático del suelo determina la estructura y la
composición de los bosques de galería de la llanura de inundación; en
comparación con los de la altillanura son menos diversos y estructurados y sus
estratos herbáceos y arbustivos son más pobres y con pocas especies tolerantes
a la inundación. El suelo, de donde emerge la maraña densa de raíces finas y
neumatóforos de las palmas y árboles, estructuras especializadas en el
intercambio de gases, se encuentra casi desnudo, lodoso y con poca hojarasca;
hacia los bordes exteriores se presenta una angosta franja de bosque denso de
poca altura, 10 a 15 m, que corta abruptamente la vegetación abierta de la
sabana.
La palma de moriche es quizás la de más amplia distribución
y posiblemente la más abundante en las cuencas del Amazonas y el Orinoco; su
hábitat óptimo se encuentra en los terrenos inundados o con drenaje muy
deficiente, por debajo de los 900 m de altitud. Los indígenas la llaman «el
árbol de la vida» porque sus usos son muy numerosos: la pulpa anaranjada de los
frutos es altamente nutritiva por su alto contenido en proteína y aceites; de
las hojas jóvenes se extrae fibra de excelente calidad y las hojas adultas se
utilizan como techo de las viviendas; en los troncos caídos se crían mojojoyes,
larvas de cucarrón que son aprovechadas como complemento de la dieta proteica;
los troncos muertos sirven como sitios de anidación de aves muy valiosas como
las guacamayas y los loros; durante las aguas altas, los frutos son dispersados
por las corrientes de agua y hacen parte de la dieta de grandes peces que se
alimentan de semillas y frutos como el yamú o bocón.
LAS SELVAS INUNDABLES
Algunos de los últimos reductos de las selvas de inundación
se encuentran en las llanuras de desborde de los ríos Meta, Cusiana, Pauto y
Casanare, sobre un paisaje enriquecido por los sedimentos aluviales de origen
andino, depositados durante las últimas inundaciones. La dinámica fluvial ha
modelado un complejo de geoformas en la llanura de desborde, como diques
naturales o acumulaciones de materiales gruesos a los lados de los cauces,
depresiones amplias —basines— entre los diques de uno y otro río y cauces
abandonados que forman lagunas o madreviejas.
Cuando suben las aguas durante las crecientes, sobrepasan el
nivel de los diques y al regarse hacia los basines, depositan toneladas de
sedimentos que forman en los bordes, complejos de orillares con un
microrrelieve característico. Este paisaje fluvial es muy dinámico y cambia
durante cada fase de inundación o de sequía, lo que genera un mosaico de ambientes
para la vegetación y la fauna y determina los tipos de uso de la tierra y el
aprovechamiento de recursos bióticos.
Un factor determinante en las selvas inundables es la
duración de la inundación; en los lugares más altos, denominados banquetas o
vegas altas, las aguas se desalojan rápidamente y en pocos días el terreno
queda abonado con los fértiles limos; allí la selva presenta una estructura
compleja y diversa, con grandes árboles como los caimitos, las chivechas o
cauchos, las ceibas, los jobos, los maracos con sus racimos de enormes frutos
en el tallo y los mortecinos, Lecitidáceas que producen flores pestilentes. Se
destaca la abundancia de palmas como la real, la milpesos, el moriche y muchas
otras.
En las vegas bajas —bajos o bajíos— el agua permanece de
siete a nueve meses, la mayor parte de la estación lluviosa. En general, la
vegetación presenta ajustes muy sincronizados de crecimiento, floración,
fructificación y dispersión de semillas, a los ritmos o pulsos estacionales de
inundación y sequía; algunas especies han desarrollado neumatóforos u otras
estructuras de intercambio de gases que les permiten vivir adecuadamente; en
otros árboles, durante el período de inundación crecen raíces adventicias para
atrapar los sedimentos. Las especies más comunes en los bajíos son la
leguminosa búcaro de pantano y el totumo.
Sin embargo, en medio de este aparente equilibrio, en
ciertos sectores ocurren fuertes disturbios por la caída de grandes árboles o
la muerte masiva de bosques bien consolidados, debido a los cambios repentinos
del curso del río, lo que produce a la vez, cambios en el nivel freático; estos
aspectos hacen parte de la dinámica natural.
LA ALTILLANURA
La gran zona de la altillanura está situada entre los ríos
Meta y Guaviare; comienza en el piedemonte de la cordillera Oriental
comprendido entre el río Humadea y la Sierra de La Macarena y llega hasta el
río Orinoco, la parte más baja y oriental, conocida como el andén Orinoqués, un
territorio de pendientes suaves de aproximadamente 100 kilómetros de ancho, que
corre paralelo al río Orinoco y se conecta con los valles aluviales inundables
de los ríos Vichada, Tuparro, Tomo y Vita, entre otros.
La altillanura de la Orinoquia colombiana corresponde al
bloque levantado al oriente del río Meta, que se originó hace unos 600.000 años
por la acumulación de sedimentos; presenta dos grandes tipos de paisaje: uno
plano y otro disectado o paisaje de lomerío, denominado localmente serranía,
que se creó por la erosión.
En esta extensa región se desarrollaron diferentes tipos de
suelos que van desde los arcillosos hasta los arenosos; el más común es de
color rojizo y corresponde al grupo de los oxisoles o suelos tropicales muy
evolucionados, viejos y pobres en nutrientes que se caracterizan por los
siguientes aspectos:
Una marcada deficiencia de nutrientes para la vegetación,
principalmente en la fase mineral del suelo.
Los elementos necesarios para la nutrición vegetal provienen
casi exclusivamente de la materia orgánica, pero ésta es escasa en el Llano y
es afectada por los incendios, la radiación solar, la erosión por agua de
escorrentía y la pérdida de materia prima durante las épocas secas.
Algunos elementos como el aluminio se encuentran en
cantidades que alcanzan a ser tóxicas para la vegetación.
Son muy susceptibles a la erosión causada por las aguas de
escurrimiento o por la acción del viento. Una forma especial de erosión es la
de los zurales o mogotes que producen una topografía irregular y difícil de
manejar.
Tienen características que contribuyen a acentuar su
carácter oligotrófico, como bajo contenido de carbono y nitrógeno, fuerte
acidez, baja capacidad de intercambio catiónico y extremada pobreza en fósforo,
entre otras.
La altillanura disectada presenta capas de suelo endurecidas
y cementadas por hidróxidos y óxidos de hierro que limitan su profundidad
efectiva y disminuyen su capacidad de almacenamiento de agua.
LOS BOSQUES DE LA ALTILLANURA
La cobertura selvática de la altillanura está conformada por
los bosques de galería inundables y los no inundables y por pequeñas
formaciones boscosas que crecen en medio de las sabanas, denominadas «matas de
monte».
EL BOSQUE DE GALERÍA
La cobertura forestal que sigue el curso de los caños y ríos
de la altillanura, conocida como bosque de galería o bosque ripario,
generalmente tiene una forma angosta y alargada, un patrón de drenaje de tipo
dendrítico sobre el relieve plano, plano ondulado o colinado y en ambos lados
está rodeado por sabanas. De acuerdo con la profundidad del cauce y la
pendiente, se encuentran dos tipos de bosque de galería: el inundable y el no
inundable.
BOSQUE DE GALERÍA NO INUNDABLE
En la altillanura plana, el bosque de galería no inundable
se encuentra en las márgenes de los caños que han profundizado el terreno, en
ocasiones hasta 8 m, por lo que se alcanza a presentar erosión en las laderas
angostas con pendiente fuerte. El suelo de este tipo de bosque permanece todo
el año bien drenado, pero con buena disponibilidad de agua; tiene poca
cobertura herbácea y una delgada capa de hojarasca superficial. En el fondo de
la cañada corren, por un cauce angosto, de poco caudal y de flujo lento, aguas
claras en la época de verano y de color un poco lechoso en el invierno, debido
al arrastre de limos del sustrato arcilloso.